en la lucha entre el bien y el mal.
Luego descubrí que solo hay mente:
mente despierta y mente confusa.
Empecé deseando destruir a mis enemigos,
y descubrí que mi peor enemigo era YO.
Ahora me dedico a destruir viejos hábitos,
que me han mantenido esclavo del sufrimiento.
Ahora ya no veo enemigos;
solo situaciones dependientemente originadas.
Aún quedan rastros de mis viejos actos,
pero su fuerza ya no me arrastra.
Aún sigue vivo el viejo samurai,
pero ya no es el amo y señor.
Sin capacidad de destrucción,
no puede haber verdadera compasión