Sobre la felicidad por Carmen Martínez

Desde hace unos días ronda por mi cabeza escribir sobre la felicidad, manido concepto, amado concepto, buscado y deseado concepto.

En realidad todos anhelamos la felicidad, pero cuando nos preguntan, ¿Eres feliz? Y si podemos responder a esta pregunta, ¿Por qué te consideras feliz? ¿Qué te hace sentir feliz?; la mayoría de las veces la respuesta tiene que ver con pertenencias, o relaciones con personas, casi nunca con un sentimiento interno, con lo profundo de nuestro ser.
He estado hurgando por ahí en las definiciones de filósofos, psicólogos, amigos, entre las propias, y me quedo con la que más me convence, la de que hemos nacido para ser felices, la de que nuestra misión en la vida es ser felices.
No importa lo que a cada uno nos haga felices, lo importante es serlo, no creer que lo somos, lo importante es responsabilizarnos con ese derecho y deber de ser felices.
La mayoría de las veces fruto de nuestra educación, de nuestro sistema, la felicidad viene asociada a la posesión de bienes materiales, de pertenencias, y mientras para la mayoría de los humanos la felicidad parece ser una quimera inalcanzable, en una encuesta reciente, en Argentina, y sirva como ejemplo, más del 70% de los encuestados contestó que era feliz. Este porcentaje se acerca bastante al registrado en países europeos y en general a los llamados países industrializados.
Hemos sido “enseñados” en la importancia del consumismo, para ser feliz hay que tener dos casas mejor que una, dos coches mejor que uno, viajar, adquirir bienes, tener negocios, comprarse joyas, etc. etc.
La definición de felicidad que encontramos en el diccionario, nos dice entre otras cosas, que la felicidad es el estado de ánimo de satisfacción en la posesión de un bien.
Esta definición corresponde a una filosofía materialista de países de alto nivel de consumo, pero todos sabemos que justo en el momento que accedemos al bien deseado, nuestro interés va decayendo rápidamente junto con el estado inicial de satisfacción que sentimos antes de tenerlo.
Para el Dalai Lama la felicidad puede ser un estado permanente en los seres humanos, alcanzable a través de la compasión y el desapego.
Para Santo Tomás era un “bien perfecto de naturaleza espiritual”, Aristóteles identificaba la felicidad con las  “mejores actividades”, luego, evidentemente, se trata de saber cuáles son esas mejores actividades.
Kant, sin embargo, no creía que la felicidad fuera un fin en sí mismo, sino que enfatizaba en la voluntad que guía los actos humanos y sostenía, que estas acciones debían apuntar a la libertad, la dignidad, la verdad, etc.
Lo que parece estar bastante claro que en nuestro mundo, en nuestra sociedad, el concepto de felicidad suele ir asociado al de bienestar y  desde luego al éxito, cuando más posees más exitoso eres, y se presupone que más feliz deberías ser.
Lo cierto es que no se potencia, no se menciona, no se tiene demasiado en cuenta, la denominada “riqueza relacional” la que se refiere a nuestros vínculos, a las experiencias compartidas con otros, a los proyectos comunes en los que prevalecemos las personas, a los sentimientos de reconocimiento, respeto y afecto que circula. Cultivar esta riqueza necesita de otro tipo de riqueza, la denominada “riqueza del tiempo”. Estas dos están íntimamente relacionadas entre sí, pero no  desde luego con la riqueza material.
Seguro que sabemos de que hablamos cuando decimos que aspirar a cada vez  a más bienes, más pertenencias, más cantidades de cosas, de todo lo que me pueda permitir, suele ir en detrimento del tiempo disponible y de las relaciones personales.
Desde luego que la felicidad no se puede fabricar, envasar, enlatar.
La felicidad es encontrar el sentido de la vida, los valores que la sustentarán, encontrar quiénes la compartirán.
Me encuentro con un precioso símil:
“Acaso sea más acertado comparar la felicidad con la estela que deja en el agua una embarcación cuando navega. El agua es la vida, la embarcación es nuestra vida, la estela es la felicidad. No hay estela si no hay navegación y ninguna embarcación navega por una estela prefijada. La produce al pasar”.
La felicidad no está delante de nosotros, esperando a que lleguemos a ella, sino que aparece como una consecuencia de nuestras decisiones, de nuestras elecciones, de nuestro propósito en la vida.
Reflexiono sobre el derecho y el deber que tenemos de ser felices, y añado que es siempre una consecuencia, la consecuencia de una manera de vivir.
Seamos responsables de nuestra vida, no esperemos que otros nos hagan felices, y tampoco otros resultarán culpables de que no lo seamos,
Asumir responsabilidad significa dejar de culpar a los demás y de culparse a uno mismo por lo que hicimos o dejamos de hacer.
Adquirir responsabilidad, aprender responsabilidad sobre nuestra vida requiere conocimiento y práctica.
Para comenzar a ser felices, lo más importante es tomar la decisión de iniciar nuestro propio  proceso personal, de hacernos responsables de nuestras emociones y tomar control sobre ellas para regresar al estado natural de felicidad de la cuál salimos.
La felicidad sobre todo es una decisión, es un compromiso de libertad, es una elección.
Las personas inseguras no desean la felicidad de verdad; porque temen el riesgo de la libertad y, por ello, prefieren la droga de los deseos. Con los deseos viene el miedo, la ansiedad, las tensiones, la insatisfacción y por descontado la desilusión y el continuo sufrimiento.
¿Cuánto dura el placer de creer que se ha conseguido lo que se deseaba?
El primer sorbo de placer es un encanto pero va prendido irremediablemente al miedo a perderlo, y cuando las dudas se apoderan de nosotros, sobreviene la tristeza, y regresamos, nuevamente, al llamado “área de confort” en el cuál consideramos “estamos seguros”.
¿Qué nos impide adquirir el compromiso de ser felices?, esta es mi pregunta hoy.
Aceptemos el reto, asumamos el riesgo, entendamos que es importante estar dispuesto a acertar y como no de fracasar, ambas experiencias imprescindibles de nuestra vida.
Finalmente la aceptación de uno mismo es la piedra angular de este proyecto de vida con el que venimos, vida que, bajo mi punto de vista, más que marcada por el destino construimos día a día.

Y me gustaría terminar diciendo que el concepto de “felicidad auténtica” se me acerca a un conjunto de emociones y actividades positivas; desde luego cada uno de nosotros experimentamos la felicidad y le damos el valor de acuerdo a su propia manifestación.

¿Qué esperamos para ser felices?

carmen martinez t

 

” Intenta no volverte un hombre de éxito, sino volverte un hombre de valor” ( Albert Einstein)

Fuente: Cármen Martínez Teran, creadora del Proyecto Voces de Mujeres.

 

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2 respuestas a Sobre la felicidad por Carmen Martínez

  1. Carmen Paloma Martínez dijo:

    Gracias Teodora por colgarlo en tu web, es un gran regalo. Un abrazo, Carmen Paloma

  2. dijo:

    Contestación a Carmen Paloma Martínez
    Gracias a ti por escribir esta información tan valiosa y por supuesto muchas gracias por atreverte a ser la poderosa mujer que eres con todas las consecuencias.
    Te deseo lo mejor en tu propósito con Voces de Mujeres.
    Ahora cuando la gente hace lo que tú estás haciendo el planeta se vuelve un lugar más amoroso.
    Un abrazo de milagros.

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