No somos víctimas del mundo que vemos.

No soy víctima del mundo que veo

¿como puedo ser la víctima de un mundo que podría quedar completamente des-hecho si así lo eligiese? Mis cadenas están sueltas. Puedo desprenderme de ellas solo con desearlo. La puerta de la prisión está abierta. Puedo marcharme en cualquier momento solo con echar a andar. Nada me retiene en este mundo ilusorio. Solo mi deseo de permanecer aquí e mantiene prisionero. Quiero renunciar a mis desquiciados deseos y caminar por fin hacia la luz de Dios.

He inventado el mundo que veo

Yo misma erigí la prisión en la que creo encontrarme. Basta con que reconozca esto y quedo libre. Sin Dios no hay nada. Me he engañado a mi misma al creer que era posible aprisionar al Hijo de Dios que en realidad soy. He estado terriblemente equivocada al creer esto, y ya no lo quiero seguir creyendo. El Hijo de Dios no puede sino ser libre eternamente en Dios. Es tal como Dios lo creo y no lo que yo he querido hacer de él. el Hijo de Dios se encuentra donde Dios quiere que esté y no donde yo quise mantenerlo.

Hay otra manera de ver el mundo

Dado que el propósito del mundo no es el que yo le he asignado, tiene que haber otra manera de verlo. Veo todo al y mis pensamientos son lo opuesto a la verdad. Veo el mundo como una prisión para el Hijo de Dios. Debe ser pues que el mundo es realmente un lugar donde él puede ser liberado. quiero contemplar el mundo tal y como es y verlo como un lugar donde el Hijo de Dios encuentra su libertad.

Podría ver paz en lugar de esto

Cuando vea el mundo como un lugar de libertad, me daré cuenta de que refleja las leyes de Dios en lugar de las reglas que yo invente para que obedeciera. Comprenderé que es la Paz, y no la guerra lo que mora en el. Y percibiré asimismo que la Paz mora también en los corazones de todos los qeu comparten este lugar conmigo.

Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo.

A medida que comparto la Paz del mundo con mis hermanos empiezo a comprender que esa paz brota de lo mas profundo de mi mismo. El mundo que contemplo ha quedado iluminado con la luz de mi perdón y refleja dicho perdón de nuevo sobre mi. En esta luz empiezo a ver lo que mis ilusiones acerca de mi mismo ocultaban. Empiezo a comprender la santidad de toda cosa viviente, incluyendo a mi mismo y su unidad conmigo.

Fuente: Un Curso de Milagros.

Esta entrada fue publicada en Un Curso de Milagros. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta