Amate y no sufras de Ascensión Belart

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Yo veo dos vías: una, sanar la relación con los padres y la otra es hacerse cargo de uno mismo y aprender a darse exactamente eso que se le está pidiendo al otro: atención, cariño, consideración, tiempo. Y mejor aún, ambas a la vez. Cuando uno empieza a escucharse, atenderse, cuidarse y tenerse en cuenta se está preparando para atraer a alguien que está preparado y dispuesto a darlo, porque también está aprendiendo a dárselo a sí mismo. Y cuando estás preparado, sucede.

Mientras, hay que estar atento y observar las señales y los sueños, y tomar conciencia de lo que uno no quiere, lo que te va preparando para el encuentro. Cuando estamos conectados percibimos la magia y las sincronías de la vida, y cuando estamos desconectados no es que dejen de existir sino que no las percibimos. El universo siempre está ahí apoyándonos, aunque a veces lo olvidemos.

Así pues, recupera tu energía y aprende a amarte de verdad, quiérete exactamente cómo quieres que te quieran, aprende a tenerte en cuenta y priorizarte. Adquiere el compromiso de darte a tí mismo la misma energía que pones en el otro y en la relación. Y mientras continúas sola o solo aprende a hacerte feliz, a llenar tu vida, a disfrutar de la libertad de tu soledad. Se el amor de tu vida. Así estarás madurando, haciéndote cargo de ti mismo, siendo como un papá y una mamá amorosa contigo. La gran verdad es que no hay amor suficiente que pueda colmar un corazón hambriento de amor. Nadie puede llenar el hondo vacío que uno mismo no se ocupa en llenar.”

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“Cuanto más solitaria, más sola, abandonada de mis amigos y con menos recursos, más me respetaré a mí misma.” Jane Eyre, de Charlotte Brontë.

Me conmueve atender en consulta a un número elevado de personas hambrientas de amor, que buscan el amor a través de alguien que no puede proporcionarlo y se implican en pseudorelaciones en un proceso altamente desgastante que no va a ningún lado, involucrándose repetidamente en “sucedáneos” que no son más que distracciones de la tarea esencial, la tarea imprescindible para vivir bien: amarse a sí mismo.

Has de saber que nadie te va amar más de lo que tú te amas, y en el caso de que así fuera no le darás cabida: no te gustará, te parecerá muy “fácil”, tranquilo, aburrido o excesivo, no te fijarás o lo rechazaras. Sólo podemos aceptar al amor que ya hemos creado en nuestro interior, y así, cuando no se está preparado se elige a alguien mucho más joven o mucho más mayor, a alguien no disponible, comprometido o casado. Te lías con alguien que no te puede dar eso que ansías, alguien con quien jugar a los juegos de máscaras y desencuentros, y así estarás a salvo, protegido del verdadero encuentro entre almas.

Lo cierto es que no se puede atraer ni materializar una buena relación sin haberse preparado antes para ello. Para encontrar el amor hay que generarlo primero en el interior, crear un espacio interno dónde uno se ama. Si no aprendes a sostenerte, priorizarte, a tenerte en cuenta y cuidarte, si no estás en contacto con tus necesidades, nadie lo hará por ti. Mientras no aprendas a discernir entre lo que te atrae y lo que te conviene elegirás a personas que te tratarán de la misma manera que te tratas tú: ignorándote.

Si quieres experimentar el amor verdadero has de prepararte para ello: aprende a amarte incondicionalmente. Esta preparación es imprescindible para amar y ser amado, para vivir una relación de reciprocidad. Para muestra, basta un botón, aquellos que se involucran en relaciones estériles e insatisfactorias se dicen: “eres tonta”, “eres imbécil”, “eres ridícula”, “soy un desastre”. Se descalifican y tratan mal; no se cuidan ni se respetan, y se exponen y permiten situaciones de mal trato.

Son muchos los que se involucran y entretienen en juegos de perseguir y huir. Las mujeres que persiguen necesitan incorporar su parte masculina, su capacidad de acción, autodeterminación y decisión; mientras que los hombres que huyen de su parte femenina -porque tienen miedo a su parte vulnerable, tierna y receptiva- han de integrarla. En estas relaciones ambos tratan de “obtener” o “sacar” energía por medio de la atención del otro; hay mucha fuga de energía a la espera de algo que provenga del otro, lo que supone mucho desgaste. Ahora bien, la energía va a donde se pone la atención, de ahí la importancia de aprender a nutrirse. Adquiere el compromiso de cuidar de ti, de tus hijos, de tu trabajo, tu casa y tus amigos; de sanar la relación con tus padres.

Aceptar el “mal trato” en forma de imposiciones, desinterés, desconsideración, falta de reciprocidad, descalificaciones, falta de respeto y empatía, y aguantar, ponerse como una alfombra, un felpudo o un cubo de basura esperando que con esa sumisión se consiga que el otro te considere y respete es una ilusa falacia. Hace falta recuperar la dignidad y preguntarse:” ¿esta actitud me proporciona dignidad o me la quita ?”.

Cuando se está tan hambriento se acepta cualquier migaja; lo cierto es que uno mismo puede aprender a prepararse exquisitos bocados y no aceptar ser plato de segunda mesa. Algunas personas se parecen a los que están en medio del agua y gritan por sentirse sedientos. Si este es tu caso, recupera tu poder y tu centro, conecta y hazte cargo de tus necesidades, acoge a tu niño interior integrando a la vez un padre interno amoroso y firme. Esta es la clave. Francamente, después de casi 25 años acompañando procesos terapéuticos no sé qué es más difícil, si recuperar al niño interior o integrar un adulto amoroso y firme.

© Aina Climent Belart
© Aina Climent Belart

Las personas que eligen a otras que no las corresponden, que no las tienen en cuenta, que son desconsideradas y no las respetan muestran el modo en que se tratan a sí mismas, es decir, esos comportamientos que reciben ponen en evidencia lo poco consideradas, amorosas y respetuosas que son con ellas mismas. Si uno siente que es abandonado, seguramente se está abandonando a sí mismo mientras se consume esperando un gesto cariñoso del otro. Los que viven abandonándose eligen a personas que no les hacen caso. Aquellos que viven sin respetarse eligen personas que no los respetan. Y así sucesivamente. Es decir, a través de la relación experimentan el reflejo de cómo se tratan a sí mismas: el otro es un espejo que refleja el trato que se dan a sí mismas.

En esta dinámica se reproducen patrones de relación con alguna de las figuras parentales, de manera que si se tuvo una madre distraída, dura o distante emocionalmente se introyectará y se tratará a sí mismo de la misma manera, y buscará a una persona con esas mismas características para “solucionar” o sanar la relación con la madre. Y si se tuvo un padre ausente, frío o descalificador se tratará de esa manera y elegirá a alguien con esas mismas características para reproducirlo y “arreglarlo”. Asimismo, se están reproduciendo las relaciones entre los padres e incluso los ancestros. En palabras de Jung: “Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de la vida fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma”.

A mis clientes les digo que es infinitamente más fácil sanar la relación con el padre y la madre, y buscar esa comprensión, atención y apoyo emocional en los progenitores que en una relación. Es legítimo apelar a un padre o una madre, a fin de cuentas eres su hijo o su hija y puedes conmover su corazón más que el de una persona ajena. Yo veo dos vías: una, sanar la relación con los padres y la otra es hacerse cargo de uno mismo y aprender a darse exactamente eso que se le está pidiendo al otro: atención, cariño, consideración, tiempo. Y mejor aún, ambas a la vez. Cuando uno empieza a escucharse, atenderse, cuidarse y tenerse en cuenta se está preparando para atraer a alguien que está preparado y dispuesto a darlo, porque también está aprendiendo a dárselo a sí mismo. Y cuando estás preparado, sucede.

Mientras, hay que estar atento y observar las señales y los sueños, y tomar conciencia de lo que uno no quiere, lo que te va preparando para el encuentro. Cuando estamos conectados percibimos la magia y las sincronías de la vida, y cuando estamos desconectados no es que dejen de existir sino que no las percibimos. El universo siempre está ahí apoyándonos, aunque a veces lo olvidemos.

Así pues, recupera tu energía y aprende a amarte de verdad, quiérete exactamente cómo quieres que te quieran, aprende a tenerte en cuenta y priorizarte. Adquiere el compromiso de darte a tí mismo la misma energía que pones en el otro y en la relación. Y mientras continúas sola o solo aprende a hacerte feliz, a llenar tu vida, a disfrutar de la libertad de tu soledad. Se el amor de tu vida. Así estarás madurando, haciéndote cargo de ti mismo, siendo como un papá y una mamá amorosa contigo. La gran verdad es que no hay amor suficiente que pueda colmar un corazón hambriento de amor. Nadie puede llenar el hondo vacío que uno mismo no se ocupa en llenar.

La recuperación pasa por aceptar la dependencia emocional, reconocerse “adicto” a la energía de otro para vivir y tomar la decisión de desengancharse y atravesar el mono con el apoyo de un buen proceso terapéutico. Hay que saber que el desconectarse de uno mismo buscando el amor en el otro definitivamente no funciona. Es necesario conectar con el propio centro y energía, y para ello es bueno la práctica de la meditación, el mirarse a los ojos durante un largo tiempo y abrazar literalmente al niño interior herido, desamparado, abandonado. Aprender a estar solo y a gestionar el propio tiempo. Practicar Maitri, la amistad incondicional contigo mismo. Es necesario un tiempo de abstinencia, de al menos un año, para situarse en otra perspectiva. En palabras de Melodie Beattie: “La manera más segura de volverse loco es mezclarse uno en los asuntos de los demás, y la más rápida de recobrar la cordura es ocuparse de los propios asuntos”.

Una manera de representarlo es imaginar a la persona como un 8. Uno de los círculos que forman el 8 es la parte mental y adulta de la persona, y el otro es la parte emocional, el “niño interior”. Cuando están bien dibujados y completos, como en la fig. 1, hablamos de una persona integrada y madura, que se hace cargo de sí misma y de sus necesidades. Es la “inteligencia emocional”. En el caso de la fig. 2, los ochos incompletos simbolizan a dos personas con sus vacíos, miedos y carencias que se unen por dos trazos que simbolizan el apego y el rechazo. Los símbolos de la fig. 1 representan una relación interdependiente y sana, y los de la fig. 2 una relación de dependencia o fusión. Los ochos completos representan a dos seres cada uno con su circuito energético: la energía fluye por uno mismo sin interrupciones. Seres en proceso de ser completos -y no medias naranjas- unidos por el símbolo del infinito, que representa la relación, la eternidad, el lazo de amor espiritual también llamado santo ocho.

Una buena relación de pareja es aquella en la que ambos han sanado e integrado su niño interior y se hacen responsables de sus necesidades, en la que ambos están integrando su parte masculina o femenina, respectivamente. Cuando ambos se hacen cargo de sí mismos ya no hay tanta insatisfacción o necesidades por satisfacer, ya no se busca en el otro un papá o una mamá y no hay deseos ni intención de perseguir o huir. Ambos están decididos a dejarse conocer y conocer al otro -aunque tengan miedo-, entonces pueden mirarse frente a frente para abrir y compartir su corazón sin defensas, juegos ni maquinaciones. Estamos ante una relación de alma a alma, de corazón a corazón.

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